Por: Presidente Dieter F. Uchtdorf
Cuando pienso en nuestra herencia pionera, una de las cosas más conmovedoras que me vienen a la mente es el himno “¡Oh, está todo bien!” (Himnos, Nº 17). Aquellos que hicieron el largo viaje al Valle del Lago Salado a menudo cantaban ese himno durante el trayecto.
Soy muy consciente de que no todo estaba bien con los santos; los acosaban la enfermedad, el calor, la fatiga, el frío, el miedo, el hambre, el dolor, la duda e incluso la muerte.
Pero, a pesar de tener buenas razones para gritar “nada está bien”, ellos cultivaron una actitud que hoy en día no podemos dejar de admirar. Miraban más allá de sus problemas hacia las bendiciones eternas; y sentían gratitud en sus circunstancias. A pesar de la evidencia de lo contrario, cantaban con toda la convicción de su alma: “¡Oh, está todo BIEN
COMPASIÓN
Los pioneros velaban unos por otros independientemente de sus antecedentes sociales, económicos o políticos. Aun cuando ello los retrasara, causara molestias o significara sacrificio personal y trabajo arduo, se ayudaban los unos a los otros.
En este mundo tendencioso y orientado hacia la ambición, los objetivos personales o partidistas pueden anteponerse a velar por los demás o a fortalecer el reino de Dios. En la sociedad actual, parece que alcanzar ciertos objetivos ideológicos determina la medida de nuestra valía.
El establecer metas y alcanzarlas puede ser algo maravilloso; pero cuando el alcanzar nuestros objetivos se logra a costa de desatender, ignorar o herir a otras personas, el costo de ese éxito tal vez sea demasiado alto.
TRABAJO
“Santos, venid, sin miedo, sin temor”.
Esa frase se convirtió en un himno para los cansados viajeros. Es difícil imaginar cuán arduamente trabajaron esas grandes almas. Caminar fue una de las cosas más fáciles que hicieron. Todos tenían que trabajar juntos para proveer de alimentos, reparar carromatos, atender a los animales, asistir al enfermo y al débil, buscar y recoger agua, y protegerse de la apremiante amenaza de los elementos y de los muchos peligros del desierto.
Se despertaban cada mañana con objetivos y metas claramente definidos que todos entendían: servir a Dios y a su prójimo, y llegar al Valle del Lago Salado. Cada día, tenían claros esos objetivos y metas; sabían lo que tenían que hacer y que el adelanto que lograran ese día era importante.
OPTIMISMO
Cuando los pioneros cantaban, expresaban lo que considero una tercera lección: “…mas con gozo andad”.
Una de las grandes ironías de nuestra época es que a pesar de las muchas bendiciones que tenemos nos sintamos tan desdichados. Las maravillas de la prosperidad y la tecnología nos inundan y nos ofrecen seguridad, diversión, satisfacción instantánea y comodidad; no obstante, vemos mucha tristeza a nuestro alrededor.
Los pioneros, quienes sacrificaron tanto, pasaron gran escasez y estaban desesperados aun por las cosas más básicas necesarias para sobrevivir. Comprendían que la felicidad no viene como resultado de la suerte, ni por accidente; y que ciertamente no está en que se cumplan todos nuestros deseos. La felicidad no proviene de las circunstancias externas; viene de adentro, independientemente de lo que suceda a nuestro alrededor.
Los pioneros sabían eso y, con ese espíritu, hallaron felicidad en cada circunstancia y en cada prueba, aun en aquellas que alcanzaron y atribularon lo más profundo de su alma.
NIÑOS
SEGUIR EL EJEMPLO DE LOS PIONEROS
El Presidente Uchtdorf explica algunas maneras en las que los pioneros mostraron amor por el Padre Celestial. Tú puedes seguir el ejemplo de ellos.