ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DEL POETA CÉSAR VALLEJO.
Esta pieza numismática de plata conmemorando el Centenario
del Nacimiento de César Vallejo fue acuñada en 1992 en la Casa Nacional de
Moneda. Esta pieza de plata se puede apreciar en el Museo Numismático del BCRP.
De lunes a viernes de 10:00 am a 4:30 pm. Jirón Junín 781 - Cercado de Lima.
Ingreso gratuito presentando su documento de identidad.
César Abrahán Vallejo Mendoza escritor peruano nació en el
16 de marzo de 1892 en Santiago de Chuco y fallece en Paris a la edad de 46
años en 1938
César Vallejo es uno de los poetas peruanos más reconocidos
de todo el mundo, dada la impresionante innovación que supuso su obra para la
poesía del siglo XX.
Su poesía se caracteriza por presentar un lenguaje poético
muy auténtico que, si bien se apoyó en sus comienzos ("Los heraldos
negros") en las bases del modernismo, poco a poco consiguió diferenciarse
tanto que no tuvo punto de comparación ("Trilce"). Además cultivó la
narrativa, ofreciendo obras como "Escalas" y "Paco Yunque",
uno de sus relatos más famosos.
Se considera que Vallejo es uno de los autores que supo
anticipar el vanguardismo; su legado como artista implicó una renovación del
lenguaje literario al que se unirían muchos poetas que le sucedieron, como
Huidobro o Joyce.
La mirada de Vallejo siempre había estado puesta en el viejo
mundo y cuando finalmente consiguió visitarlo se sintió tan cerca de todo lo
que siempre había deseado que jamás deseó volver a su tierra natal. Estuvo en
Francia, España y Rusia pero lamentablemente, a causa de trabajar
excesivamente, falleció siendo aún muy joven.
Le recordaremos con uno de sus poemas.
Le recordaremos con uno de sus poemas.
"Los Heraldos Negros"
ay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... ¡Yo no sé!
Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
Son las caídas hondas de los Cristos del alma
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.
Y el hombre... Pobre... ¡pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.
Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!